9.26.2007

Sueño Cruzado

Como el post anterior sufrió unos cuantos reclamos por su extensión (y eso que ha sido el único con algo de contenido publicado en este blog), hoy no daré la lata. Los dejo con otro corto de la triada nanometrajista: sueño cruzado. Pronto se viene el tapa bocas para todos esos críticos sin corazón que han destrozado mi obra. Hasta Tim Burton caerá a mi pies.


9.23.2007

Viaje del Winnipeg

EL BARCO DE LA LIBERTAD

En 1939 terminó la guerra civil española y comenzó la segunda guerra mundial. Estos dos hitos, marcados por la muerte y la irracionalidad, también provocaron que millones de españoles tuvieran que salir desterrados de su país. A dos mil de ellos, un viejo barco les ofreció rehacer sus vidas en Chile. Les prometió dignidad y libertad. Así comenzó un viaje que se convirtió en mito.


“Libre nací y en libertad me fundo”
Miguel de Cervantes

La campana que anunciaba el desayuno sonó a las ocho de la mañana en punto. Muchos ya estaban vestidos, otros, aún dormían. Pedro se levantó lo más rápido que pudo. Las olas que chocaban contra el barco provocaban un vaivén más fuerte de lo común, complicándole la simple tarea de ponerse los pantalones. Una vez vestido, vio que casi todos ya habían salido a cubierta, en busca del pedazo de pan y el tarro de leche que correspondía a cada uno de los pasajeros.

- Vamos Bruno, que si no salimos luego nos quedamos en ayunas- gritó Pedro hacia el último de los camarotes, donde dormía su mejor amigo.

No tuvo respuesta. Gritó nuevamente, pero Bruno tampoco le contestó. Pensó que tal vez el cansancio lo mantenía dormido, así que dejó de lado un nuevo intento y salió a buscar su desayuno. Pasaron dos horas y Pedro, junto a un grupo de hombres, regresaron a las literas para descansar. En el último camarote seguía Bruno, quieto, como si el brusco balanceo del barco no lo molestara. Pedro, ya más preocupado, decidió acercarse. Cuando llegó a su lado, le preguntó en voz baja si algo ocurría, si estaba enfermo, si se sentía mal. No hubo más respuesta que el silencio. Pedro levantó la frazada. Encontró un rostro pálido e inmóvil. Desde su boca caía un hilo de saliva que humedecía la almohada y su siempre esquiva mirada azul, ahora permanecía fija. En la cara de su amigo reconoció a la muerte y lanzó un grito que recorrió las bodegas de aquel viejo barco. Sus lágrimas empaparon el piso y la memoria lo llevó tres meses atrás, cuando Bruno se acercó para ofrecerle un poco de comida que quedaba en su plato, en un campo de concentración francés. Ese día que nació una gran amistad bajo la desdicha, el hambre y el destierro.
Durante la guerra civil española, ambos fueron miembros del Partido de la Izquierda Revolucionaria, pero nunca tuvieron la oportunidad de conocerse. Cuando Franco tomó el poder, fueron arrestados, torturados y luego enviados al exilio a Francia. Cruzaron los Pirineos y llegaron a los centros para refugiados (como los llamaban los franceses), campos de concentración (como lo llamaban los republicanos). Los padres de Pedro, quien para entonces tenía 23 años, murieron durante el paso por las montañas. Bruno, de 31, perdió todo el rastro de su familia cuando se fue a combatir contra las fuerzas franquistas en Madrid. Estaban completamente solos y no tenían idea de que el futuro los esperaba en Sudamérica.

- ¿Comiste?- preguntó Bruno cuando se sentó al lado de Pedro, en una roca que había cerca de los baños del campo de concentración.
- Ayer- respondió Pedro.
- Toma, se nota que te hace falta- estiró la mano y ofreció un plato con dos papas cocidas.
- Ayer llegó un anuncio- dijo Pedro y luego se echó una papa a la boca.
- ¿Lo del poeta?
- Eso mismo. Dicen que tiene un barco que nos puede sacar de aquí. La próxima semana vendrán para reclutar refugiados.
- Chile...- dijo Bruno, mirando cómo Pedro se engullía la segunda papa-, así se llama el país. Chile.


A fines de Julio de 1939, llegó hasta el campo de concentración el Comité Chileno de Ayuda a los Refugiados Españoles, con el fin de elegir entre todos los prisioneros a quienes serían los beneficiarios del plan de ayuda. Eran tres personas quienes lo componían: Pablo Neruda, Delia del Carril (pareja del poeta) y el doctor José M. Calvo. Colocaron una mesa en medio del gran comedor. Sobre ella pusieron algunos papeles, y un cartel que decía “Se necesitan obreros, carpinteros y artesanos en general”. Pronto una inmensa fila se comenzó a formar. Todos querían saber de qué se trataba, tal vez esa ayuda significara salir de la miseria que se vivía en el campo de concentración.

- Tienes que decir que sabes hacer muebles- le dijo Bruno a Pedro cuando se incorporaron a la hilera de gente.
-Pero si yo nunca he tomado un martillo.
-No importa, lo tienes que decir de todos modos.
- ¿Qué dirás tú?
- Diré que si no tomo ese barco, moriré aquí dentro- respondió Bruno.

Después de varias horas esperando, llegó el turno de los dos hombres. Estaban nerviosos. Se acercaron juntos a la mesa, como lo hacían todas las familias, a pesar de que habían entablado su primera conversación sólo un par de días antes. Neruda los recibió de pie, luego estiró su mano y estrechó las de ellos con fuerza. El poeta usaba un sombrero veraniego, a pesar de que el frío se colaba por la tela de las ropas. Vestía un traje negro y una camisa blanca, aunque ya se veía un tanto amarillenta. Pedro supo de inmediato que el hombre que tenía enfrente era Neruda, pues poseía toda la estampa de escritor, de intelectual, sobre todo por la seriedad de su rostro. A su lado estaba Delia del Carril. Ella, por el contrario, saludó a los hombres y esbozó una sonrisa. Era la primera vez en más de tres meses que Pedro no veía un gesto de ese tipo, tan sincero, amable, desde aquella vez cuando su madre celebraba su cumpleaños 56.
Neruda tomó el montón de hojas que ocupaba para anotar los antecedentes de cada uno de los prisioneros que pasaban a inscribirse. Los leyó atentamente, en silencio, y luego contó a los inscritos. Después miró el resto de la fila. Con su cabeza iba haciendo un leve movimiento de arriba hacia abajo, mientras recorría con la vista a las personas ordenadas. Las contaba y hacía cálculos mentales. Pedro y Bruno comenzaron a ponerse nerviosos, porque parecía que los cupos ya se acababan.

- Somos buenos carpinteros- se apuró a decir Bruno.
-Los felicito. ¿A usted le gusta hacer sillas?- preguntó Neruda.
- Es lo que mejor sé hacer.
- ¿Pero le agrada hacerlas?- Inquirió Neruda

Bruno se descolocó. No supo qué responder. Miró a Pedro y éste levantó levemente sus hombros, sin tampoco saber qué decir. Pasaron unos cuantos segundos hasta que el poeta dijo: “Bueno, mejor díganme cómo se llaman, cuando los vea en Chile quiero llamarlos por sus nombres”. En el puerto de Pauillac estaba el carguero Winnipeg, esperando a los refugiados que Neruda reclutó en los distintos campos de concentración. El barco no era muy grande. Pesaba casi cinco mil toneladas, poco para un navío dedicado al transporte de productos entre Canadá y África. Al Winnipeg nunca se subieron más de veinte personas, de hecho, nunca se subió alguien que no fuera de la tripulación.
Cerca de las tres de la tarde comenzaron a llegar los refugiados. Los trenes venían repletos de personas, la gran mayoría mal vestidos, delgados, sucios y hediondos. Entre ellos se encontraban Bruno Vals y Pedro Ezquerro, quienes no dejaban de asombrarse por la felicidad que había en el ambiente. En el tramo que iba desde la estación del ferrocarril hasta el puerto, se veía a familias abrazadas, a niños aferrados a sus padres, gente riendo o llorando de alegría. Desde los vagones del tren, las personas sacaban sus pañuelos por las ventanillas, lanzaban gritos y vítores para desear el buen viaje de los españoles. Pedro hizo un rápido recorrido con su vista sobre el lugar. Su primera estimación fue que en el puerto habían entre mil quinientas y mil ochocientas personas. Luego miró al Winnipeg y pensó que éste debería tener una capacidad máxima para trescientas. Buscó en el horizonte otro barco, tal vez fueran dos los que los llevarían hasta Chile. Estaba en eso cuando Bruno interrumpió sus cálculos.

- Es raro todo esto.
- ¿Por qué lo dices, Bruno?- dijo Pedro sin tomar muy en cuenta la conversación.
- Porque la única vez que había visto un barco, fue cuando en el partido dieron la película del acorazado Potemkim.

Por los parlantes del Winnipeg comenzaron a dar informaciones. Las conversaciones se convirtieron en murmullos y luego en silencio. Primero se escuchó la instrucción de hacer dos filas, una de hombres y la otra de mujeres. Luego se anunció lo mismo, pero en francés. Al poco rato los miembros de la tripulación pasaron por la hilera, confirmando los nombres de cada una de las personas. La tarea demoró más 3 horas y sólo después de eso comenzó el embarque. El barco fue acondicionado especialmente para este viaje. Las bodegas se convirtieron en grandes dormitorios y en la cubierta se improvisaron baños para hombres y mujeres. Según la tripulación, había solo mil quinientas camas y los informes decían que eran dos mil doscientos los pasajeros abordo, así que los botes salvavidas y las hamacas también funcionaron como camarotes.
El espacio era demasiado pequeño para la cantidad de gente que había sobre el Winnipeg. A la semana de haber zarpado, todo se hacía más caótico dentro de las habitaciones. Era tanta la gente dentro de aquellas bodegas, y tan poco los instrumentos de aseo personal, que el olor se transformó en un repelente natural. Cuando las noches eran calurosas, lo mejor era dormir en la cubierta. A todo esto se sumaba la putrefacción que se producía cuando se mezclaban en el aire el olor de la orina, el vómito y la humedad. Pedro y Bruno todas las mañanas baldeaban el piso y lo restregaban, para ver si sacaban de una vez por todas el olor, pero era imposible. Con el correr del tiempo todos se acostumbraron y no era tema de reclamo para nadie.
En el viaje todo era rutinario. Desayunar a las ocho de la mañana, almorzar a las doce del día y a las seis de la tarde una cena liviana. Eso motivó que todos colaboraran en la cocina, ya fuese pelando papas, lavando platos o haciendo cualquier cosa que matara el tiempo. Poco antes de anochecer se escuchaba música por los altavoces. Aunque el repertorio no era muy variado. “Valencia” era una de las que tocaban frecuentemente, además de un tango y, por supuesto, “La Marsellesa”. Ésta era la canción favorita de Pedro, pero a la segunda semana de viaje no la quería oír más. Para evitar el aburrimiento muchos jugaban fútbol con un balón hecho de viejas camisas. Otros, hacían clases de pintura, de historia o de música a los niños. En ese momento Pedro supo que pese a que una de las exigencias era ser un obrero o artesano, muchos eran intelectuales, hombres de letras, historiadores o médicos. El criterio de selección de Neruda sólo tuvo un parámetro: llevar la mayor cantidad de personas posible.
Mientras más cerca de Sudamérica, mientras más horas de viaje sumaban Pedro y Bruno sobre el Winnipeg, más amigos se hacían. Pasaban horas conversando de fútbol, política o de las batallas en las que participaron. También hablaban de sus familias y de cómo les hubiera gustado formar con ellos una nueva vida en Chile. Pasaban tardes enteras mirando el mar, esperando que pronto apareciera tierra a la vista, esperando dejar atrás el manto de sangre que dejó la guerra.
Nunca se supo de qué murió Bruno. Era un hombre joven, fuerte y no se notaba enfermo. Es por eso mismo que Pedro lloró tanto su fallecimiento. Porque además se truncó la promesa de luchar contra las injusticias sociales. Porque más de alguna vez hablaron de su futuro en Chile e imaginaron sus destinos en las ciudades y pueblos que veían en los mapas del barco. Lloró porque no podría vivir junto a su amigo en Putaendo, el nombre que más les impresionó del país. Lloró porque no compartiría con él esa felicidad provocada por el recibimiento de miles de chilenos en el puerto de Valparaíso, ni tampoco la emoción que generarían los vítores a su llegada a la Estación Central de Santiago, el 4 de septiembre de 1939. Pedro no dejó de llorar aquella vez cuando el cuerpo de Bruno fue lanzado al mar, dos semanas antes de arribar en Chile, donde la libertad los esperaba.

9.15.2007

Hongos alucinógenos en el refri

Hace un par de días me comí un pedazo de queque con hongos. No fue por despistado, porque los vi apenas puse sobre el plato ese exquisito postre que hace mi vieja, con manzana rallada, nueces y gratinado con una abundante capa de azúcar. De hecho, cuando vi esos puntitos verdes, signo inequívoco de la existencia de moho, preferí hacerme el gil y los escondí de inmediato bajo una saludable cucharada de mermelada de damasco. Luego, puse la tetera, me hice un milo, y me llevé todo en una bandeja para ver acostado El Club de la Comedia . Todo era perfecto. De hecho, apenas terminó el último monólogo, caí rendido en un sueño placentero y cómodo. Me vi rodeado de musas ofreciéndome una variedad infínita de pizzas, abundantes en cremoso queso derretido, lonjas crujientes de tocino, sabrosas aceitunas, jamón, choricillo, cebolla perla, pimentón, orégano a destajo y trocitos de cerdo fritos en aceite de oliva. Unas jóvenes asiáticas, vestidas con diminutos taparrabos, se acercaban a mi aposento para ofrecerme una refrescante y espumosa cerveza, servida en aquellas jarras de madera que se usaban en la antiguedad. Luego, llegó un par de negras, embetunadas en crema pastelera, para ofrecerse como el postre para tal panzurrada.
Cuando mi lengua se disponía a sacarle la crema a las negras, ese momento donde mi mente quería perderse en la felicidad onírica provocada por el efecto alucinógeno de los hongos pasteleros, una puntada en el bajo vientre me aterrizó a la cruel verdad. Desaparecieron las jovencitas de ojos rasgadados, la cerveza y las pizzas. No quería despertar. No quería ver nuevamente mi domitorio, ni sentir el frío de mi casa. Intenté volver al sueño, pero un dolor aún más intenso en el estómago me arrastró a la realidad. Un retorcijón sonoro y prolongado fue el preludio de una rápida carrera hacia el water. Ahí me quedé un buen rato. Así pasé toda la mañana y parte de la tarde.
Después supe que la intoxicación provocada por los hongos que salen en panes y queques, especialemente las variantes Penicilium expansum y Rizopus nigrican, pueden no sólo provocar una simple diarrea, sino que también úlceras, hemorragias intestinales, e incluso te puede dejar cagando en una bolsa por el resto de tu vida (ouch!).
Pero como la medicina no es nada ante la verdad empírica, creo que eso te pasa sólo si tu cuerpo no está atento a los embates tóxicos. De hecho, un día estaba viendo "La Liga" (el capítulo dedicado a la basura) y Roca Balbuena, que compartía la recolección de comida desde los basureros del centro, dijo : "Uno se enferma sólo si piensa que se va a enfermar". Verdad absoluta. De hecho, ya estoy listo para entegarme a los placeres dieciocheros y a las sabrosas calorías entregadas por choripanes con pebre y el infaltable asadito con papas mayo. ASí que si ven en su refri o en el cajoncito del pan, una marraqueta con hongos, no la desperdicien. Si la ponen al tostador con una lámina de queso encima, puede quedar incluso más sabrosa que el pan fresco. Y además se pueden ganar un viaje de los buenos por el mundo de los sueños.

9.14.2007

Modo a prueba de fallos

Por estos días comienzo un nuevo proyecto fílmico. En teoría dos. El primero es un corto que había pensado hace tiempo, pero que ahora podrá ver la luz con un guión modificado. El segundo (gracias al dato del amigo y colega Oso ) es para un concurso donde se debe representar una escena de algún film clásico. Y como yo me metí en esto del cine en pura actitud punk, donde lo importante es decir cosas más allá de la técnica, estoy aprendiendo de los errores y condoros pasados. De hecho, aquí presento mi primera incursión en el séptimo arte, uno de mis cortos animados que pasó sin pena ni gloria por el concurso de nanometrajes.

9.11.2007

11-S


Todos los 11 de septiembre serán días nublados, incluso cuando esté despejado, como hoy. Jornadas de recuerdos infantiles, de aquellas tardes en que jugábamos a ser revolucionarios como los más grandes. Divertirse tirando piedras a los cables para que salieran chispas y gritando contra Pinochet, sin entender mucho todavía. Cuando se escondía el sol teníamos que entrar a nuestras casas, porque ahí salían los de verdad, los postergados de siempre, para tomarse las calles a punta de barricadas, mientras sobre sus cabezas silbaban las ráfagas de metralletas estatales. Así eran los 11 de septiembre, los 4 de marzo, los 18 de noviembre... siempre era así. Recuerdo como si fuera hoy aquella madurgada de Corpus Cristi, cuando los pacos corrían sobre nuestros techos, lanzando disparos al aire, puteando a quien hiciera intento de reclamo. El juego se convirtió en miedo, odio e impotencia. No podíamos salir de la casa. Mi abuela, mi hermano, mis viejos y yo estábamos acurrucados todos en un sólo dormitorio, cagados de miedo por lo que podría pasar. No recuerdo otra oportunidad que estuviéramos tan juntos como familia. Luego pusimos la tele y mostraban lo que ocurría. Según ellos, un enfrentamiento entre los pacos y un grupo revolucionario que vivía en esa casa, que estaba a media cuadra de donde nosotros vivíamos, una casa donde nunca vivió nadie. Con los años supe que todo fue una operación comunicacional. Fabricaron un enfrentamiento y pruebas de culpabilidad. Crearon el miedo. Destrozaron nuestra inocencia con represión.
También recuerdo que años después, una multitud llegaba hasta el lugar de los caídos para prender velas frente a la casa. Imposible olvidar las proclamas, los cánticos, el llanto de los solitarios, las fotos de los asesinados. Imposible olvidar mis cumpleaños sin torta. Cómo olvidar el colegio lleno de niños hambrientos, sucios y con zapatos rotos. Y ahora estos hijos de puta desde sus oficinas me dicen "resentido" y me preguntan por qué seguimos reclamando. Señores, cada vez que vuelva a mi memoria este sinfín de mierda, tendré un motivo para vomitarles mi desprecio.

9.10.2007

Gancho al cerebro te invita a INCUBUS!!! (finalizado)

En un sorteo realizado ante el notario público Sergio Carmona, el ganador de la entrada es Ernesto Contreras. Pronto, más regalos de Gancho al Cerebro



Estimados amigos, como era de esperar este humilde blog se pone para que vayas al concierto que realizará la banda el día 9 de octubre. La ubicación no es nada más ni nada menos que CANCHA!!! para participar, sólo debes mandar un mail a erase_head@hotmail.com contando por qué quieres ir. Eso es todo. La mejor historia gana.
Todos pueden participar y mandar cuantos mails estimen conveniente, mientras más manden, más posiblidades tienen.


Staff Gancho al Cerebro

9.09.2007

Mocosillo conquista París

En pocas horas más el entrañable Mocosillo parte al viejo contiente, o a su nuevo contiente, dependiendo del punto de vista. Las despedidas correspondientes se hicieron en este maratónico fin de semana, tal como nuestros carretes de antaño, con los primeros jarrones de Fantín y el desperdicio que ya se asomaba bajo nuestras zapatillas de lona. Hoy, a largos años de esas jornadas, y sin más cambios que el diámetro de nuestras poncheras, puedo decir que es una despedida con sentimientos confusos. El siempre desagradable "adiós" tiene otro cariz, tal vez un poco más amable. Menos desgarrador, para ser más específico. Primero porque es un viaje con vuelta establecida, aunque lejana en el tiempo. Nadie sabe lo que le puede pasar a este loco genial en las "europas" (como diría Don Ramón), dígase un amor fulminante con las siempre bellas francesas, un cambio de sexo en Holanda, una redada de drogas en Oslo... qué se yo, sea lo que sea, lo tendremos de vuelta. Sin embargo, es ese sentimiento el que provoca la confusión. Tal vez, lo mejor sería que Mocosillo sea un patrimonio de la humanidad y no volviera. Es triste reconocerlo, pero el desarrollo de su genialidad está, sin dudas, en Francia, o en cualquier país donde la ciencia sea importante y reconocida. Acá la estupidez nos invade y se nos pega en el cuerpo como la mugre.

Como mi cabeza está absolutamente destruída por las miles de horas viendo tele, me es imposible no relacionar todo esto con la película "En busca del destino". Ahí un grupo de amigos vive en bares, tomando cerveza a destajo e intentando ligarse minas. Algunas veces les resulta, casi como para afirmar la regla en la excepción. En ese grupo había un genio en las matemáticas, capaz de derrumbar teorías y confirmar otras. Sin embargo, a él le importaba un pepino todo y no pensaba sino en seguir chupando un día más. Cada vez que los amigos lo iban a buscar a su casa, uno de ellos le decía: "El día que esté verdaderamente feliz, será cuando te venga a buscar a este basurero y ya no te encuentre". Hasta que un buen día lo fueron a buscar, el amigo no estaba y todos supieron de inmediato que estaría mucho mejor. Bueno, toda esta vuelta es para decir que nuestro Mocosillo, este extraño personaje (para aquellos de visiones más limitadas) protagonista de las más increíbles historias, dejó el chiquero. Agarró maletas y partió a descubrir el mundo. Como en las aventuras de Rocco, nuestro ex ídolo (por lo menos para mí), en las ciudades europeas, espero que vayas a la conquista de París y que no dejes de visitar Praga. Un fuerte y apretado abrazo, Mocosillo, nos volveremos a ver en algún lugar del mapa.

9.07.2007

Mono porfiao

Hoy se cerró el plazo para enviar los textos para el "Santiago en 100 palabras". Como era de esperar, yo participé con tres microcuentos, los que seguramente no serán valorados por el jurado(igual como le pasa a toda mi obra). Es por eso que los subo en mi blog, porque seguramente no serán publicados por nadie. Como se supone que los cuentos no deben aparecer en internet y como me importan un pucho las normas y como no pierdo nada, porque este blog apenas los leo yo, los subiré. Si llego a ganar, no digan que antes los habían leído en vuestra página favorita: ganchoalcerebro.blogspot.com. Disfrutad.
N.A.: Algunos de estos cuentos son versiones "acortadas" de otros textos que ya aparecieron en esta página.



DESPEDIDA

Eran las 00:30 y poca gente andaba por las calles. Ella prendió un cigarro, mientras yo intentaba crear algún tema para evitar la despedida. Pensé en actualidad, deportes y en todas esas conversaciones incompletas que tuvimos. El cigarro se consumía lento, pero yo seguía sin decir palabra. De la nada, como en las películas, apareció un taxi. Ella tiró el pucho, subió al auto y cerró con un portazo. Eran las 00:35 y en la calle nadie quedaba, salvo por el auto que partía con el semáforo en rojo y yo, que recogía del piso el cigarro a medio fumar.

EL LADRIDO DE AJAX

Ajax era el pastor alemán de mi abuela. Nadie sabía cómo ni cuándo había llegado. Según contaba mi hermano, ese perro siempre estuvo en la casa, casi como un ser mitológico. Yo compartí con Ajax los últimos días de su vida, cuando estaba postrado en un rincón húmedo del patio, convertido en una mota de pelos infestada de garrapatas. Sin querer, una tarde le pegué un pelotazo en el hocico. Levantó la cabeza con mucho esfuerzo e intentó reclamar, pero su ladrido se ahogó en una tos moribunda. Hasta el día de hoy, todos creyeron que Ajax murió de viejo.

FUNCIÓN TEATRAL

La fila para entrar a la obra llegaba incluso fuera del teatro. Hacía frío y llovía, pero nadie quería perderse aquella función. Pasaban los minutos, pero no se avanzaba. Algunos fumaban, mientras analizaban complejas teorías filosóficas. Más allá discutían sobre política y decisiones macroeconómicas. Los menos esperábamos en silencio. En eso se acercó al teatro un vagabundo flaco y hediondo, con sus mechas empapadas. Se paró frente a la fila, dio una feroz mirada y sentenció: “Estos burgueses, pagando para hacerse una idea de la realidad”. Las palabras se perdieron en la lluvia, justo cuando la gente comenzaba a entrar.

9.03.2007

Más malta que huevos

Hoy fui al pre- estreno de Malta con Huevo, el primer largometraje del joven director Cristóbal Valderrama. No sé por qué aún le dicen pre- estreno, si ya se dio en el SANFIC (dos veces) y también en un par de universidades. En fin, lo importante es que la pude ver, ya que me había quedado con las ganas en todas las veces anteriormente mencionadas.
Iba con hartas expectativas, porque la trama me pareció más que interesante. Dos jóvenes que se van a vivir juntos y uno de ellos, Vladimir (Diego Muñoz), es tan bueno para la juerga que cada vez que despierta, lo hace en un desorden cronológico incomprensible. Con tal argumento, Malta con Huevo podría haber sido una comedia inteligente, como nunca antes se había hecho en nuestro país. Una obra donde el fondo fuera lo verdaderamento cómico, una ironía aplastante como a la que nos tiene acostumbrado Alex de la Iglesia, como los clásicos Chaplinescos, o incluso ese humor intelectual y exquisito de Woody Allen. Mi cita a ciegas con la película, si bien no resultó desastroza, no fue como esperaba, porque si bien entretiene con unas cuantas situaciones cómicas y uno que otro chiste puesto en un lugar acertado, no convence como comedia bien resuelta. Punto a favor para los giros y contragiros de la historia, especialemente el absurdo que se ve hacia la parte final de la película, grotesco e irreal, pero que viéndolo en el contexto dramático, terminan por brindar un desenlace apropiado. Justamente es esta parte donde la historia se ve desde el punto de vista de Jorge (Nicolás Saavedra), el amigo "nerd" que esconde una obsesión retorcida y que su desarrollo marca los momentos mejor logrados del film.

Sin duda que le irá bien. Es lógico, porque cuenta con un reparto enganchador, sobretodo por Javiera Díaz de Valdez que desborda sensualidad. Incluso Diego Muñoz cumple correctamente, a pesar de que su capacidad actoral no sea tan grande. Además, su ambientación es buena, uno de los puntos altos de la producción, ya que genera situaciones folclóricas, incluso queribles, y sin caer en un hermetismo local. Eso sí, y seguramente por un tema comercial, todo tiene un aire "vintage", tan "cool" como la moda de ir a comprar ropa usada a Bandera. Ahí es donde se nota la mano de Fuguet como productor general de la película, pues sin duda impuso ahí su estilo de cuico con gustos pop. Claro, la película, como Best Seller que pretende ser, intenta incluir y representar a todo el mundo. Además, la musicalización por parte de las bandas del "Macha" (Chico Trujillo y La Floripondio) le asienta perfectamente, por no decir que es lo mejor.
En resumen, tenemos una película chistosa, divertida, para ir a verla con el grupo de amigos, pero que no pasa de eso. Tal vez si la contraposición de personajes y situaciones hubiera sido mayor, caer en el absurdo total y no tan medido, Malta con Huevo hubiera sido un producto más espumante y sabroso. Pero bueno, la comedia no es un género fácil, y menos cuando se piensa mucho en la taquilla.