Desde hace un tiempo olvido las cosas. Desde hace algún tiempo. Últimamente se me han pasado cumpleaños de amigos, algunos compromisos anotados en una hoja perdida de un cuaderno que no sé dónde dejé. No encuentro mi entrada para The Police. Espero que esté dentro del cuaderno perdido y que el cuaderno esté, por lo menos, dentro de mi casa. Cada día olvido que se realizará, finalmente, la ceremonia de Titulación, cosa que a estas alturas me da lo mismo. La verdad es que el título me importa menos que mi entrada para The Police, por ejemplo. El otro día se me olvidó ir a buscar a mi vieja al terminal. Salí después de una tierna puteada que me pegó por fono. Se me olvida siempre ir a mi curso de manejo. Para dar mi número celular, tengo que buscarlo en el listado, porque no me lo he podido aprender. Recuerdo que antes recordaba. Antes "de". Sólo se me quedan en la memoria los datos inútiles, como eso de que Chespirito viende del diminutivo de Shakespeare, o de esa frase de Tito Foullioux "si pierde Chile, gana Gana". Ahora que lo pienso mejor, ahora recuerdo que una vez, cuando niño, por equivocación rompí un Kino con 13 puntos y que me hice el huevón, como esa vez que me fui a confesar para la primera comunión y le dije al cura que no me masturbaba y que no tenía pensamientos impuros.
Hace algunos años atrás hacía el ejercicio de recordar. Era un ejercicio periódico, casi profesional. Buscaba en la memoria detalles, diálogos entretenidos que tuve alguna vez, momentos complicados, secretos inconfesables, todo era digno de traer del pasado al presente y anotarlo en alguna hoja o tipearlo en el pc. Eso gracias a Gonzalo Millán, el poeta, el profe. Tuve la suerte de asistir a uno de sus últimos cursos de Taller de Narración Autobiográfica, lejos el mejor ramo que tuve en la universidad. De hecho, fue el único ramo que me interesaba ir y que cumplía con lo pedido por el profe, porque era un gusto. Además fue en ese periodo cuando conocí la poesía de Millán, a través de Matías Sánchez, un fiel seguidor del vate y buen compañero para las tardes de cervezas en los patios escondidos de la Finis. Buenos tiempos, que terminaron cuando a Millán le encontraron cáncer, dejó de hacer clases y se enclaustró en su departamento a pasar sus últimos días, escribiendo el pesar de la muerte a los pies de su cama (textos recogidos por su editorial y publicados bajo el título "El veneno del escorpión verde"... cre0) y fumando, fumando a pesar de todo. Gonzalo Millán murió el 14 de octubre de 2006. Hace un mes cumplió su primer aniversario y yo, simplemente, lo olvidé.
La Ciudad
El río invierte el curso de su corriente.
El agua de las cascadas sube.
La gente empieza a caminar retrocediendo.
Los caballos caminan hacia atrás.
Los militares deshacen lo desfilado.
Las balas salen de las carnes.
Las balas entran en los cañones.
Los oficiales enfundan sus pistolas.
La corriente se devuelve por los cables.
La corriente penetra por los enchufes.
Los torturados dejan de agitarse.
Los torturados cierran sus bocas.
Los campos de concentración se vacían.
Aparecen los desaparecidos.
Los muertos salen de sus tumbas.
Los aviones vuelan hacia atrás
Los rockets suben hacia los aviones.
Allende dispara.
Las llamas se apagan.
Se saca el casco.
La Moneda se reconstituye íntegra.
Su cráneo se recompone.
Sale a un balcón.
Allende retrocede hasta Tomás Moro.
Los detenidos salen de espalda de los estadios.
11 de Septiembre.
Regresan aviones con refugiados.
Chile es un país democrático.
Las fuerzas armadas respetan la constitución.
Los militares vuelven a sus cuarteles.
Renace Neruda.
Vuelve en una ambulancia a Isla Negra.
Le duele la próstata. Escribe.
Víctor Jara toca la guitarra. Canta.
Los discursos entran en las bocas.
El tirano abraza a Prat.
Desaparece. Prat revive.
Los cesantes son recontratados.
Los obreros desfilan cantando
¡Venceremos!
Hace algunos años atrás hacía el ejercicio de recordar. Era un ejercicio periódico, casi profesional. Buscaba en la memoria detalles, diálogos entretenidos que tuve alguna vez, momentos complicados, secretos inconfesables, todo era digno de traer del pasado al presente y anotarlo en alguna hoja o tipearlo en el pc. Eso gracias a Gonzalo Millán, el poeta, el profe. Tuve la suerte de asistir a uno de sus últimos cursos de Taller de Narración Autobiográfica, lejos el mejor ramo que tuve en la universidad. De hecho, fue el único ramo que me interesaba ir y que cumplía con lo pedido por el profe, porque era un gusto. Además fue en ese periodo cuando conocí la poesía de Millán, a través de Matías Sánchez, un fiel seguidor del vate y buen compañero para las tardes de cervezas en los patios escondidos de la Finis. Buenos tiempos, que terminaron cuando a Millán le encontraron cáncer, dejó de hacer clases y se enclaustró en su departamento a pasar sus últimos días, escribiendo el pesar de la muerte a los pies de su cama (textos recogidos por su editorial y publicados bajo el título "El veneno del escorpión verde"... cre0) y fumando, fumando a pesar de todo. Gonzalo Millán murió el 14 de octubre de 2006. Hace un mes cumplió su primer aniversario y yo, simplemente, lo olvidé.
La Ciudad
El río invierte el curso de su corriente.
El agua de las cascadas sube.
La gente empieza a caminar retrocediendo.
Los caballos caminan hacia atrás.
Los militares deshacen lo desfilado.
Las balas salen de las carnes.
Las balas entran en los cañones.
Los oficiales enfundan sus pistolas.
La corriente se devuelve por los cables.
La corriente penetra por los enchufes.
Los torturados dejan de agitarse.
Los torturados cierran sus bocas.
Los campos de concentración se vacían.
Aparecen los desaparecidos.
Los muertos salen de sus tumbas.
Los aviones vuelan hacia atrás
Los rockets suben hacia los aviones.
Allende dispara.
Las llamas se apagan.
Se saca el casco.
La Moneda se reconstituye íntegra.
Su cráneo se recompone.
Sale a un balcón.
Allende retrocede hasta Tomás Moro.
Los detenidos salen de espalda de los estadios.
11 de Septiembre.
Regresan aviones con refugiados.
Chile es un país democrático.
Las fuerzas armadas respetan la constitución.
Los militares vuelven a sus cuarteles.
Renace Neruda.
Vuelve en una ambulancia a Isla Negra.
Le duele la próstata. Escribe.
Víctor Jara toca la guitarra. Canta.
Los discursos entran en las bocas.
El tirano abraza a Prat.
Desaparece. Prat revive.
Los cesantes son recontratados.
Los obreros desfilan cantando
¡Venceremos!