3.31.2008

Invierno prematuro


Nuevamente la ventana cerrada. Así se termina la temporada, con un gesto de no más de cinco segundos, rápido e insufrible, torpe, apurado. Intento retener el calor veraniego, que no escape, lo abrazo tímidamente, casi con culpa. El sol se escabulle allá lejos y mi dormitorio vuelve a las sombras. Con el frío me duele algo más que los dedos de las manos y de los pies. Mi estómago se contrae, los músculos se retuercen buscando cobijo en la grasa abdominal. La lengua en esta ocasión también decide refugiarse en un lugar húmedo y seguro. Con mi boca se conforma. El temblor se apodera de mí. Al ritmo de un blues melancólico me voy encogiendo en una implosión que ya venía venir semanas atrás, cuando la noche no me entregó nada, ni siquiera una de esas estrellas perdidas en los sueños de los amorosos de siempre. La fogata romanticona fue apagada a pisotones por las Converse negras, sin dejar espacio a un rebrote, a un fuego tardío que ayudara a pasar mayo, junio y julio. Es la época del kerosene, el calor artificial, el chaleco a la mano, el gorro desilachado, el doble calcetín, porque todo sirve para pasar el invierno.

La lluvia aún no aparece. Las nubes vienen en camino y no estoy preparado. Aún ando en polera, esperando, tal vez, los últimos rayos de sol, los últimos destellos de color antes del lúgubre gris capitalino. La suerte está tirada. El frío me congela las ideas y no hago más que escupir polvo, tierra y arena. Cierro las cortinas, mientras me contraigo, de a poco, en torno al humo verdoso de una "tila", que es lo único que ahora me queda.

3.26.2008

Desayuno de campeones

Si usted es de los que se anda quedando dormido en la pega, cabecea contra el vidro de la micro, pestañea mientras hace sus labores, o si las sábanas lo andan siguiendo hasta el mediodía, la única solución es tomarse un buen desayuno. Es por eso que en esta nueva entrega de Ganchoalcerebro, le recomendamos una merienda que lo dejará paradito todo el día. Nada de leche cultivada, jamón ahumado, pan integral... blasfemias!!! Aquí la receta y preparación de los sabrosos y potentes "Huevos a lo Manuel Rodríguez" (Según la leyenda, esta receta fue clave en la independencia de Chile... quién sabe).Esta preparación es como una bailarina del Salamandra... Rica, fácil y barata (lo de rica va entre comillas).

Ingredientes:

-2 huevos
-1 lámina de queso
-1 cebolla
-1 diente de ajo
- azúcar
- sal
- orégano
- Cepillo y pasta de dientes (ya se imaginarán por qué)

La preparación en el siguente videito:

3.16.2008

odio todo, especialmente la tecnología

-1.20 de la mañana. Estoy desde las 5 de la tarde intentando arreglar mi computador. Tenìa que reinstalar un programa que no me funcionaba y con tanto webeo, terminé reseteando e instalando nuevamente el windows vista. Cada minuto que pasa más me desespero, porque tengo que capturar unos videos para mañana a las 9. O sea, para 8 horas màs... y recién estoy descargando una nueva versiòn del premiere, porque la versión antigua no me funcionó y estoy hasta el copi!!! Si fuera mina ya estarìa llorando, seguro. No sé por qué esta tonterita del computador siempre tiene algún problema. Desde aquellos tiempos en que uno iba a comprarse unos juegos en el persa y tìpico que no funcionaban porque faltaba el crack, porque el serial no servía o, simplemente, porque el cd estaba mal grabado. Estoy chato, porque se me pasa la noche y me falta un 30% para terminar la descarga... y si tengo suerte y me funciona a la primera, estarìa capturando los videos a eso las 3 de la mañana... y me tengo que levantar a las 7. ¿Quièn dijo que la tecnología nos facilitaba la vida? Cresta, de verdad quiero llorar, porque estoy cachando que lo que estoy haciendo no me va a funcionar. Así que mientras hago la hora, no tengo nada más que hacer que actualizar esta weá con toda mi rabia contra el señor Gates, el señor Adobe, el señor Flores y todo aquel geek que hubiera arreglado esta cagada que tengo en un par de minutos. En fin, mejor me voy a ver rambo un rato, porque la estàn dando en Mega. Ese loko es un verdadero bacán, porque arregla el mundo a punta de balazos y flechas con bombas... nada de mariconadas cibernéticas.

3.09.2008

la incomodidad del amor

Hace un par de días un niño de no más de 6 años me preguntó qué era el amor. Más allá de la incomodidad que un cabro chico te interrogue, el problema fue que realmente no tenía respuesta alguna. Respondí una tontera que ni siquiera hoy me acuerdo. Seguramente un chiste machista, o una frase media resentida como "el amor es un invento del mercado" o "es una tortura implantada desde la época de Pinochet". Para variar, estuve dándole vueltas a la situación por mucho rato. Porque más allá de todo planteamiento filosófico pajero o sentimentalismo mamón, debo reconocer que años atrás pude ver el amor, lo vi flotar e impregnar una sala llena de personas, cada una de ellas perpleja ante tal demostración.
Fue el verano del 2005. Hacía calor y yo estaba vestido lo mejor que podía. Habían varios familiares, uno que otro desconocido. También había una mujer como de 30 años que tampoco había visto nunca. La miré bastante rato, cada detalle. En su blusa escotada me quedé pegado varios minutos. Me calenté mirándole las tetas. Para no quedar en evidencia ante tantas personas, miré para otro lado. Observé todo y a todos. Cada uno con cara de culo, aburridos, acalorados, disimulando el hastío, el asco intrínseco que producen los velorios. Me topé de frente con los ojos inquisidores del cristo de yeso colgado sobre una de las paredes. Con su mirada de borrego intentó inyectarme culpa. Sólo logró que volviera a mirarle el culo a esa mujer, que tiempo después supe que era una tía lejana. Fue en ese momento que mi abuela entró a la sala, de riguroso negro, aferrada a los brazos de mi vieja, sosteniendo apenas un ramo de flores blancas. Todos quedaron en silencio y le abrieron el paso hacia donde estaba el féretro. Me acordé de la escena en que Moisés abría las aguas del mar para que pasaran los judíos. Volví a mirar al cristo, ahora en complicidad.
En la sala nadie hablaba. Sólo se escuchaba el taconeo de mi abuela. Mi vieja se quedó a un lado y soltó su brazo. Nunca había visto llorar a mi abuela. Tal vez sí, pero nunca de esa forma. Las lágrimas iban recorriendo los zurcos de su cara, en forma ordenada. Se sacó los lentes e intentó secarse, pero lloraba tanto que era improductivo hacerlo. Creo que se dio cuenta, porque volvió a ponerse los lentes. Dejó las flores sobre el ataúd y puso su mano sobre el vidrio. Yo estaba a varios metros, no podía oír lo que decía, pero al verle los labios leí claramente un "nos veremos muy pronto". Mi tío, el "tío Memo" como le decíamos todos los sobrinos, era el último hijo vivo que aún le quedaba a mi abuela. El último de cinco. Murió de cáncer y no dejaron de pelear hasta su último día vivo. Y ahí estaba mi abuela, dejando ver su amor en un llanto incontrolable, en su temblor de manos, en su boca desfigurada tratando de articular algo más que susurros incomprensibles.
Explicarle a un niño dónde y cuándo había visto el amor era una tarea complicada. Seguramente algún día sabrá lo que es, posiblemente llegue a vivirlo. Tal vez lo tenga en frente y no pueda hacer más que quitarle la mirada, tal como lo hice yo ese día, incapaz de soportar tanto afecto inservible.