10.10.2007

El día después de Incubus

Vi dos veces a unos de mis grupos favoritos, al que quise ver desde hace muchos años, desde cuando se transformaron en la banda sonora ideal para mi vida. Incubus no sólo fue el animador de carretes y viajes a la playa, también fue el acompañante perfecto para una que otra noche de nostalgia, cuando intentaba afanosamente achuntarle a las notas de Mexico o Pardon Me. La relajante imperfección. Así y todo, un día después de tan increíbles días, no estoy tan eufórico como pensé que estaría. Por el contrario, un sentimiento de mierda se apoderó de mi desde cuando hacía el camino regreso a casa, esta tarde de miércoles, pero que más bien parecía un domingo de agosto. Poca gente en las calles, el crepúsculo amenazante y "Quicksand" sonando una y otra vez en el reproductor. Hasta me pareció a esas despedidas que no se desean, como las que se producían cada verano en el terminal Santiago, a la entrada del metro, con la mochila gigante en la espalda y la sensación de haber terminado un ciclo. ¿Un ciclo de qué? No sé, pero así parecía. Despedidas que duelen. Masoquismo al cuadrado imaginándome una foto con ellos a la salida del hotel, mientras escucho Monuments and Melodies. La engancho con una versión acústica de Stellar y me dispongo a irme a la mierda. Y no podía ser otro día. En fin, creo que lo primero será buscar una banda sonora alternativa, porque ésta siempre estará por ahí disponible para darle al play.