9.11.2007

11-S


Todos los 11 de septiembre serán días nublados, incluso cuando esté despejado, como hoy. Jornadas de recuerdos infantiles, de aquellas tardes en que jugábamos a ser revolucionarios como los más grandes. Divertirse tirando piedras a los cables para que salieran chispas y gritando contra Pinochet, sin entender mucho todavía. Cuando se escondía el sol teníamos que entrar a nuestras casas, porque ahí salían los de verdad, los postergados de siempre, para tomarse las calles a punta de barricadas, mientras sobre sus cabezas silbaban las ráfagas de metralletas estatales. Así eran los 11 de septiembre, los 4 de marzo, los 18 de noviembre... siempre era así. Recuerdo como si fuera hoy aquella madurgada de Corpus Cristi, cuando los pacos corrían sobre nuestros techos, lanzando disparos al aire, puteando a quien hiciera intento de reclamo. El juego se convirtió en miedo, odio e impotencia. No podíamos salir de la casa. Mi abuela, mi hermano, mis viejos y yo estábamos acurrucados todos en un sólo dormitorio, cagados de miedo por lo que podría pasar. No recuerdo otra oportunidad que estuviéramos tan juntos como familia. Luego pusimos la tele y mostraban lo que ocurría. Según ellos, un enfrentamiento entre los pacos y un grupo revolucionario que vivía en esa casa, que estaba a media cuadra de donde nosotros vivíamos, una casa donde nunca vivió nadie. Con los años supe que todo fue una operación comunicacional. Fabricaron un enfrentamiento y pruebas de culpabilidad. Crearon el miedo. Destrozaron nuestra inocencia con represión.
También recuerdo que años después, una multitud llegaba hasta el lugar de los caídos para prender velas frente a la casa. Imposible olvidar las proclamas, los cánticos, el llanto de los solitarios, las fotos de los asesinados. Imposible olvidar mis cumpleaños sin torta. Cómo olvidar el colegio lleno de niños hambrientos, sucios y con zapatos rotos. Y ahora estos hijos de puta desde sus oficinas me dicen "resentido" y me preguntan por qué seguimos reclamando. Señores, cada vez que vuelva a mi memoria este sinfín de mierda, tendré un motivo para vomitarles mi desprecio.