9.15.2007

Hongos alucinógenos en el refri

Hace un par de días me comí un pedazo de queque con hongos. No fue por despistado, porque los vi apenas puse sobre el plato ese exquisito postre que hace mi vieja, con manzana rallada, nueces y gratinado con una abundante capa de azúcar. De hecho, cuando vi esos puntitos verdes, signo inequívoco de la existencia de moho, preferí hacerme el gil y los escondí de inmediato bajo una saludable cucharada de mermelada de damasco. Luego, puse la tetera, me hice un milo, y me llevé todo en una bandeja para ver acostado El Club de la Comedia . Todo era perfecto. De hecho, apenas terminó el último monólogo, caí rendido en un sueño placentero y cómodo. Me vi rodeado de musas ofreciéndome una variedad infínita de pizzas, abundantes en cremoso queso derretido, lonjas crujientes de tocino, sabrosas aceitunas, jamón, choricillo, cebolla perla, pimentón, orégano a destajo y trocitos de cerdo fritos en aceite de oliva. Unas jóvenes asiáticas, vestidas con diminutos taparrabos, se acercaban a mi aposento para ofrecerme una refrescante y espumosa cerveza, servida en aquellas jarras de madera que se usaban en la antiguedad. Luego, llegó un par de negras, embetunadas en crema pastelera, para ofrecerse como el postre para tal panzurrada.
Cuando mi lengua se disponía a sacarle la crema a las negras, ese momento donde mi mente quería perderse en la felicidad onírica provocada por el efecto alucinógeno de los hongos pasteleros, una puntada en el bajo vientre me aterrizó a la cruel verdad. Desaparecieron las jovencitas de ojos rasgadados, la cerveza y las pizzas. No quería despertar. No quería ver nuevamente mi domitorio, ni sentir el frío de mi casa. Intenté volver al sueño, pero un dolor aún más intenso en el estómago me arrastró a la realidad. Un retorcijón sonoro y prolongado fue el preludio de una rápida carrera hacia el water. Ahí me quedé un buen rato. Así pasé toda la mañana y parte de la tarde.
Después supe que la intoxicación provocada por los hongos que salen en panes y queques, especialemente las variantes Penicilium expansum y Rizopus nigrican, pueden no sólo provocar una simple diarrea, sino que también úlceras, hemorragias intestinales, e incluso te puede dejar cagando en una bolsa por el resto de tu vida (ouch!).
Pero como la medicina no es nada ante la verdad empírica, creo que eso te pasa sólo si tu cuerpo no está atento a los embates tóxicos. De hecho, un día estaba viendo "La Liga" (el capítulo dedicado a la basura) y Roca Balbuena, que compartía la recolección de comida desde los basureros del centro, dijo : "Uno se enferma sólo si piensa que se va a enfermar". Verdad absoluta. De hecho, ya estoy listo para entegarme a los placeres dieciocheros y a las sabrosas calorías entregadas por choripanes con pebre y el infaltable asadito con papas mayo. ASí que si ven en su refri o en el cajoncito del pan, una marraqueta con hongos, no la desperdicien. Si la ponen al tostador con una lámina de queso encima, puede quedar incluso más sabrosa que el pan fresco. Y además se pueden ganar un viaje de los buenos por el mundo de los sueños.